Poner fin al trabajo infantil nos acerca al logro del ODS 3 sobre Salud y bienestar

07 de abril de 2017

En el marco del Día Mundial de la Salud.

El día internacional de la salud es una fecha oportuna para reflexionar sobre las consecuencias negativas que tiene el trabajo infantil en la salud de los niños, niñas y adolescentes y sus efectos incluso en la vida adulta.

El vínculo entre la Meta 8.7 de la Agenda 2030 y el Objetivo de Desarrollo Sostenible 3 sobre “Salud y bienestar” amplía el panorama para la implementación de intervenciones contra el trabajo infantil bajo un enfoque de salud integral, sobre todo para poner fin a las peores formas del trabajo infantil que son las que potencialmente ponen en peligro el bienestar de los niños, niñas y adolescentes.

Algunos factores de riesgo del trabajo infantil en la salud mental

  • Edad de incorporación al mercado de trabajo: a menor edad del niño o niñas, mayores  riesgos e impactos negativos para la salud.
  • Tipo de trabajo: actividades que exponen a abusos y maltrato físico y psicológico (trabajo doméstico, trabajo en calle); actividades que exigen sobresfuerzo físico e implican riesgos ergonómicos (trabajo en agricultura, minería)
  • Intensidad y duración del trabajo: quienes trabajan muchas horas o en jornadas nocturnas,  tienen más riesgo de desarrollar problemas de salud mental.
  • Migración: quienes  se ven forzados a migrar, temporal o permanentemente, para trabajar, tienen sentimientos de pérdida, desesperanza y baja autoestima.

Fuente: Elaboración propia con  base en Revista Eur Child Adolescent Psychiatry (2016)

En América Latina y el Caribe, los niños, niñas y adolescentes involucrados en trabajo infantil que realizan actividades peligrosas, así como aquellos víctimas de peores formas de trabajo infantil (esclavitud, trata, servidumbre por deudas, reclutamiento forzoso para conflictos armados,  explotación sexual comercial y pornográfica o quienes son usados para cometer delitos) están expuestos a una serie de factores de riesgo que tienen un impacto negativo en su salud física y mental, que les exponen a desarrollar trastornos emocionales y psicológicos.

Este año 2017, la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace hincapié en el tema de la depresión, uno de los trastornos que viene aumentando su número de casos y que está presente en la vida de muchos trabajadores y trabajadoras y que alcanza también a muchas  personas menores de edad que trabajan.

La depresión puede aparecer en los niños, niñas y adolescentes trabajadores como consecuencia de varias situaciones: no haber culminado el trabajo o tarea encargada; sometimiento a castigos y amenazas;  pérdida de contacto con padres y familiares directos o alejamiento temporal; imposibilidad para  asistir a la escuela; limitaciones de tiempo, espacios y oportunidades para jugar y compartir con sus pares; las propias condiciones de vulnerabilidad en las que viven, entre otras. 

Esto afecta su autoestima, el goce de su infancia o adolescencia, dificulta su desenvolvimiento personal, familiar y social, les expone al consumo de sustancias adictivas como drogas y alcohol y trunca su educación escolar y formación profesional, lo cual posteriormente afectará también la posibilidad de acceder a empleos protegidos y adecuados cuando cumplan la edad mínima para trabajar. De adultos, tendrán menos facilidades de insertarse en el mundo laboral decente, prolongando el círculo de pobreza, reduciendo las oportunidades para sí mismos y sus familias.

A pesar de ser una dimensión central para el desarrollo cognitivo, social y emocional de las personas, la salud psíquica de niños, niñas y adolescentes no siempre es contemplada a profundidad al momento de hablar de trabajo infantil. Es importante reconocer que las personas menores de edad que son explotadas en formas delictivas tienden a desarrollar trastornos emocionales y psicológicos fuertes que son difíciles de superar y que ponen en juego su vida desde el inicio, o que incluso pueden no ser la mayoría de las veces visibles hasta llegar a la etapa adulta.

Por otro lado, en la agricultura y la minería, sectores donde se registran los más altos porcentajes de trabajo infantil en la región, las actividades están relacionadas al agotamiento excesivo o a la exposición a sustancias tóxicas que afectan el cerebro y que pueden acarrear efectos nocivos en el desarrollo tanto físico como mental.

Apartar a los niños, niñas y adolescentes del trabajo infantil y prevenir el ingreso de otros nuevos para salvaguardar su bienestar implica no solo alejarles de las enfermedades y accidentes que pueden sufrir mientras trabajan, sino también proteger su salud mental y bienestar social para que alcancen una vida plena. Analizar y encontrar nuevos enfoques de salud y bienestar que impulsen la prevención del trabajo infantil y prioricen la inclusión de este tema en las agendas políticas y de cooperación de los países, organizaciones y de la sociedad en general, es una tarea pendiente para la región si se quiere alcanzar la Meta 8.7 y poner fin al trabajo infantil de aquí a 2025. 

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